miércoles, 23 de noviembre de 2011

Procesando de a una neurona

Este cuatrimestre, las cosas se intensificaron terriblemente: materias con más carga, nuevos cursos extracurriculares, trabajos más absorbentes. En definitiva, hubo una seria triplicación del tiempo ocupado.
¿La repercusión de todo esto? Mi blog despoblado.

En cuestión al trabajo en sí, creo que fue el desafío más grande que jamás tuve: no sólo conseguir la supervivencia de mi cordura entre tanto parcial, apunte y lugares en donde estar simultáneamente, sino que también la expectativa potenciada en los trabajos en sí fusionada con la autoexigencia. Desafío monumental.

¿Qué decir de Lima? Fue toda una aventura. Fue una extensa preparación tanto verbal como mental, emocional. Rigurosa, sí, pero también con un nivel de ocio excitante.  Desde la conformación del grupo que se formó una especie de comunidad del anillo. Eramos cinco personas que nunca habíamos trabajado juntos (sí por separado algunos). Desde el vamos, cada uno adoptó una postura distinta aunque a un nivel producente: cada uno tenía algo que decir, aportar. Lo que es aún mejor, nos juntábamos para regodearnos de nuestra compartida emoción por el proyecto. Le apostábamos porque era nuestras pequeñas ambiciones individuales las que se sumaban en una misma ambición colectiva. Sólo prometía cosas buenas. ¿Cómo no esperanzarse?
Le metimos pata, fuimos a Lima unas quichicientas veces. Nos hicimos amigos de unos quichicientos limenses. Armamos nuestros bolsitos y nos despedimos de materias temporalmente unas cuantas veces, también. Todo era real, era actual, era perfecto.
En cuanto a química, encastramos como grupo de una forma muy interesante. Eramos capaces de preparar el viaje de producción a Lima una semana antes, hablar toda la semana del viaje, viajar, y volver hablando del viaje. Claro que soñar con el viaje y llegar al día siguiente a la clase con cada uno una idea nueva. Nos motivábamos mutuamente.
En fin, le pusimos garra para fusionar nuestras distintas perspectivas y puntos de vista en una misma pieza, queríamos hacer algo que nos pusiera orgullosos.
¿Puede ser que estoy un poco poseída por el romanticismo de la felicitación? Obviamente, y como todo corto, hay partes en las que digo "ojalá tal cosa se hubiese dado así", o "si tan sólo hubiese tenido esto en cuenta..." Pero eso creo, y espero, estará siempre en toda obra a lo largo de mi carrera y profesión.
Agradezco terriblemente a mi grupo, Sofía Mejía, Francisca Oyaneder, Octavio Tavares, Alejandro Muller por el hermoso momento. Lo conseguimos.
Postearé más en breve.

No hay comentarios:

Publicar un comentario